¿Un vaso de ron para el señor pirata? {Hector}

Habían pasado no más de cinco días desde que llegué a este pueblo sin siquiera planearlo. La verdad es que mi rumbo no era fijo en estos momentos, lo único que hacía era vagar por caminos desconocidos y errantes pero otros los conocía como la palma de mi mano. Volví a Londres hacía unas semanas atrás para saber cómo se encontraban aquellos a quiénes amaba; mi familia.
No recordaba la última vez que había hablado con ellos pero no había sido esa vez, no; no estaba preparada para entrar a sus vidas, no ahora, no podía ponerles en peligro siendo que yo ya no era la misma y había hecho bastantes cosas malas. Alta traición y los condenarían, ¿podía llegar a ser malvada y dejar que los arrestaran por compartir con una pirata? Si no Josephine y Angus no fueran mis padres, lo haría mil veces pero sí lo eran y los amaba demasiado como para dañarlos de tal manera.

Entré a la taberna con sigilo y me senté en una de las mesas más alejadas del boche que se estaba armando en ese momento; dos ebrios estaban discutiendo sobre quién era mejor con la espada y quién había robado más el día anterior. Sus espectadores echaban más leña al fuego con sus gritos y demases, logrando que ambos tipos se golpearan en el rostro. Rodeé los ojos con aburrimiento y simplemente me quedé observando la riña. Luego se unieron tres tipejos más, después otro y otro. No cabía duda que se armaría la gran pelea de la noche.

Me alejé un poco más puesto que hasta las damas de compañía que allí se encontraban se estaban jalando el cabello entre ellas, aquello me parecía gracioso, más que la misma disputa entre los hombres. Sus gritos, quizás se escuchaban fuera del local, atrayendo la atención de los otros borrachos del pueblo. ¿Cómo sabía eso? Bueno, dos ebrios más se unieron a la pelea siendo que no tenían ni idea de lo que de verdad ocurría. Genial.
Miré a mi alrededor y observé a un joven sentado en una esquina opuesta a donde yo me ubicaba. No intenté fijarme mucho en él pero algo me atraía y me instaba a observarlo, por lo que le miré fijo a los ojos y claro que me importaba poco que eso estuviera en los estándares de "mala educación".

Sonreí de lado y suspiré con pesar.