Encuentro no pactado

Estaba anocheciendo, los niños volvían a su casa después de una tarde de juegos mientras que las niñas habían pasado toda la tarde metidas en casa ayudando a su madre a hacer la comida y a recoger para que estuviese todo limpio y ordenado para cuando su padre llegase. Yo una vez fui como esas niñas, encerradas sin poder mostrar todo su potencial, siendo moldeadas por sus padres para poder ser manejadas como muñecas pero yo me había arriesgado y había huido de ese mundo antes de que me atrapasen por completo en él. Estaba tan absorta en mis recuerdos que no vi a un par de soldados que patrullaban la calle y cuando lo hice ya era demasiado tarde ya que ellos me habían visto a mí antes. Apenas había desenvainado mi espada cuando ambos se lanzaron sobre mí. La gente de alrededor huyó hacia su casa y conseguí defenderme con normalidad con ambos a la vez durante unos segundos hasta que el filo de una de sus espadas cortó con suavidad y profundidad la piel de mi brazo haciendo que una mancha de sangre se extendiese por la azulada blusa. Hice una leve mueca de dolor pero continué hasta que logré hacer un corte profundo en el costado de uno de ellos que cayó de rodillas al suelo. Su compañero lo miró y aproveché ese momento para empezar a correr alejándome de ambos mientras la mancha de sangre de mi blusa se extendía.

[…]

Cuando conseguí llegar al puerto Gregori la noche había caído sobre la ciudad. Las calles del puerto estaban abarrotadas de hombres borrachos acompañados de algunas prostitutas. Caminé con paso decidido hacia la taberna donde era conocida. Atravesé la puerta y el sonido de risas escandalosas y el olor a alcohol y tabaco me golpeó en el rostro. Varias personas me saludaron y yo correspondí con sonrisas encantadoras haciéndoles babear. Todas las mujeres que había allí eran prostitutas y los hombres piratas o conocidos criminales. Caminé hasta la barra y el camarero al ver la mancha de sangre en mi brazo levantó la tabla dejándome entrar, le saludé con un beso en la comisura del labio y me entré en una sala donde había un botiquín, una mesa largas y un par de sillas. Me quité la blusa dejándola encima de la mesa y observé la herida con una mueca de fastidio, era bastante profunda y tardaría unos días en dejar de dolerme. Abrí el botiquín, que era una caja de madera con vendas y poca cosa más, y me acerqué a un grifo para poder limpiarme la herida antes de cubrirla.

Metí el brazo bajo el grifo dejando que el agua limpiase el hilo de sangre que descendía por mi piel y que limpiase la herida. Una leve mueca de dolor curvaba mis labios pero ningún sonido escapaba de ellos, me habían hecho cortes más profundos y dolorosos y todavía seguía viva, hacía falta mucho más que un corte en mi piel para acabar conmigo, mi reputación y mi “carrera”. Con el sonido del agua no escuché la puerta abierta y tras unos minutos retiré el brazo y me dirigí a la mesa donde había dejado las vendas. En ese momento una voz resonó por la sala y con rapidez cogí mi espada y la levanté para protegerme del hombre que había oculto en la oscuridad. Escruté la sala en silencio intentando ver una sombra, un leve movimiento, algo que me indicase su localización y lo hice cuando volvió a hablar. Apunté con la espada hacia el lugar donde se movía auque no me moví de mi posición.

-¿Qué es una criminal sin las heridas que demuestren sus combates?-Pregunté con voz tranquila mientras sentía la sangre de nuevo descender por mi brazo hasta el codo para ir cayendo gota a gota lentamente en el suelo. No temía a ese hombre, no sabia quien era pero estaba claro que no venía a hacerme daño por que podría haberme matado y no lo hizo, pero pese a eso no bajé mi espada ni relajé mi posición de defensa pese al punzante dolor de mi brazo.- Me encantaría poder cumplir tu petición pero hay un inconveniente en ella.-Comenté fijando la vista donde suponía que él estaba.- Mi madre me enseñó de pequeña a no hablar con desconocidos y a menos que te vea la cara o te identifiques te considero como tal y no hablaré contigo.- Mi voz era firme y mi rostro no mostraba ninguna mueca que mostrase mi dolor aunque lo estaba sintiendo. Jamás podías mostrarte débil ante un posible enemigo, no podías mostrar tus inseguridades o se aprovecharían de ellas. Si ese hombre quería luchas lo haría hasta que se me cayese el brazo a trozos.-

A través de la puerta se oían los gritos de los hombres borrachos y las risas de sus acompañantes. Me había costado ganarme mi puesto en esa taberna de hombres, me había costado mis meses lograr que me viesen como una criminal más y no como una chica guapa a la que ofrecer dinero a cambio de sexo, había tenido que partir muchos brazos para que dejasen de hacerme esas proposiciones cada vez que aparecía por allí.

Esperé pacientemente a que el hombre hablase de nuevo, sabía que si algún marine entraba en la taberna, cosa poco probable, el camarero me avisaría. Podía haber dejado entrar a ese hombre a cambio de unas monedas pero no sería capaz de entregarme a la marina ya que perdería a una muy buena amante a parte de la vida cuando consiguiese huir.

Lo sentí moverse demasiado tarde y cuando quise girarme ya lo tenía detrás con la punta de su espada apoyada en mi espalda desnuda. Mis ojos se abrieron levemente ante la rapidez y sigilosidad del hombre y m mente se preguntó como lo había hecho, como había logrado pasar por mi lado hasta situarse detrás de mí sin que yo me diese apenas cuenta. Permanecí quieta escuchando sus palabras y cuando ya no sentí el filo de la espada en mi piel me giré todavía sin soltar la mía. Observé al hombre andrajoso que había frente a mí pero solo llevaba ese vestuario para ocultarse ya que no desprendía olor a suciedad. Dejé mi espada encima de la mesa al lado de mi blusa y caminé de nuevo hacia el grifo mientras lo escuchaba mencionar su siguiente frase que hizo que mis labios se curvasen en una leve sonrisa, siempre era de mi agrado que me reconociesen como una gran criminal.

Volví de nuevo frente a él sin mencionar palabra alguna y me tomé mi tiempo para liarme la herida con la gasa. Debería sentirme avergonzada por estar semidesnuda ante un desconocido masculino pero mis mejillas no habían adquirido ni un leve tono rojizo, ni había ningún símbolo de nerviosismo en mi, la verdad es que me daba igual estar sin la blusa pero tal vez podía utilizar eso a mi favor.-Sabes quién soy y a qué me dedico, además de estar viéndome semidesnuda.-Comenté mientras acababa de liarme la gasa con cuidado que pronto empezó a teñirse de rojo.-¿Por qué razón entonces yo no puedo conocer tu identidad? Lo único que sé de ti es que eres rápido.-Comenté mientras movía el brazo mordiéndome el interior de la mejilla.- No estás aquí para matarme, así que supongo que querrás proponerme algo por que no creo que te tomases tantas molestias solo para conocerme.- Cogí una silla y me senté en ella apoyando mis brazos en el respaldo e inclinándome hacia adelante.- ¿Voy bien encaminada desconocido?

Tenía mayor curiosidad por saber quien era que por saber que me iba a proponer.

Una sonrisa curvó mis finos labios ante sus palabras acerca de mi desnudez, creo que era el primer hombre capaz de pensar con la mente en vez de con la entrepierna ante la desnudez de una mujer, esa fue la razón de mi sonrisa. Por sus palabras deducí que era un pirata, sabía que no era un simple civil o alguien de la marina ya que en ese caso hubiese intentado atraparme para cobrarse la recompensa, pero mi duda era sobre si era un criminal o un pirata y en ese momento la había resuelto, era lo segundo.

Una suave risa retumbó por las paredes de la sala. Yo si tenía curiosidad por saber quién se ocultaba tras todos esos harapos, ya no solo por conocer su identidad sino para poder calcular con precisión las posibilidades que tenía de escapar de él si se daba el caso. Sin verle no podía calcular su altura y su peso, sin verle no podía preparar tácticas de huida o lucha mientras hablábamos, sin verle no podía hacer nada más que estarme quieta y esperar, y odiaba hacer eso. Pero no fue eso lo que hizo que me riese, fue la segunda parte de la frase donde decía el tiempo tan valiosos que había decidido perder para poder venir a hablar conmigo.- No hay tiempo valiosos o poco valioso, simplemente es tiempo y cada uno decide como vivir el suyo.-Comenté mientras colocaba un mechón de mi pelo detrás de mi oreja.- Y me halaga que un desconocido haya decidido perder unos minutos del suyo para venir hasta aquí a buscarme para proponerme vete a saber tu que cosa.-Comenté con una divertida sonrisa.-

Escuché su burlona risa y un leve estremecimiento recorrió mi cuerpo pero no me moví de mi sitio, simplemente me dediqué a escucharle relatar mis datos con rapidez. Hice una mueca cuando nombró a mi hermano, odiaba que la gente conociese ese dato, odiaba que un pirata que había podido matarme conociese de su existencia ya que con él no se pararía a hablar, le abriría en canal sin pensarlo y ese simple pensamiento me dolía. Era mi hermano y a diferencia de él yo no le deseaba mal alguno. Me mordí el labio con fuerza hasta que sentí una leve punzada de dolor que alejó cualquier pensamiento sobre mi hermano de mi cabeza y me centré de nuevo en el desconocido, no podía demostrar debilidad.-¿Por todo eso se me busca ya?-Pregunté encantada mientras una gran sonrisa curvaba mis labios, me encantaba ver los carteles con mi retrato colgados por las ciudades, aunque el que lo había hecho no había sabido plasmar mi belleza en ella.- Si por favor, directos al grano que quiero poder tomarme una copa de ron.-Comenté con tranquilidad sin dejar de mirar hacia donde estaba el desconocido que empezó a quitarse los harapos dejándome ver un traje caro. Era alguien más importante de lo que me había imaginado en un primer momento pero no me alteré.

-Cuando era pequeña-Empecé a explicarle.- mi padre vino un día y nos habló a mi hermano y a mi de un malvado pirata que navegaba los mares incumpliendo las normas de la Corona, desafiando a la Marina y a la Realeza. Lo llamó estúpido. Llamó estúpido a ese pirata que era capaz de vencer a quién se propusiese, que se reía del poder de la Realeza y que era capaz de iniciar una revolución.-Dije con una sonrisa recordando al Rey de los Piratas, desde muy pequeña lo había admirado.- Mi hermano juró que cuando él fuese de la Marina no dejaría vivo a ningún pirata, yo en cambio permanecí en silencio admirando a ese hombre.-Proseguí sin dejar de mirarle.- Barbanegra murió hace ya cinco años pero todos le recordamos, los piratas le respetan y buscan ser como él, los criminales le admiran y la Marina le odia.-Comenté mientras me levantaba de la silla para estirar las piernas.- Yo quiero que la gente me recuerde después de muerta, quiero que a los niños se les cuenten leyendas sobre mí para asustarles.-Comenté con una enorme sonrisa.- Quiero ser el equivalente de Barbanegra pero en criminal.-Finalicé en un susurro. Era consciente de que parecía más el sueño imposible de una niña, que el posible sueño de una mujer pero así era.

-Los robos y los ataques solo los llevo a cabo cuando son necesarios.-Comenté sin inmutarme, mientras seguía observando su rostro en la oscuridad, podía sentir su mirada en mí.- Últimamente prefiero más las infiltraciones y mis trabajos como espía, son más entretenidas y algunas de las informaciones que he logrado conseguir podrían comprometer a muchas personas.-Proseguí con una leve sonrisa en mis labios. Era consciente que tenía algunas informaciones que podrían salvarme de casos extremos, que tenía informaciones que podía cambiar a cambio de otras cosas pero tan solo llevaba a cabo esos cambios cuando eran realmente necesarios. No me gustaba vender secretos pero tenía claro que no dudaría en hacerlo si recibía algo bueno a cambio.

Abrí la boca formando una pequeña O cuando pude ver por fin el rostro al desconocido, y es que no era otro que Hector Teach, el hijo menor de Barbanegra y uno de los miembros de la Hermandad. Me quedé durante unos segundos en estado de shock. Ahora si que estaba perdidísima ¿Qué podía querer un miembro de la Hermandad de alguien como yo? Ahora ya no sabía si me gustaba tanto que supiese tanto sobre mí. Me pasé una mano por el pelo revolviéndomelo mientras lo escuchaba hablar de su padre y no pude hacer otra cosa que permanecer en silencio sin apartar los ojos de él fascinada.-¿Qué esperabas que te contestase?-Pregunté finalmente cuando encontré mi voz. Sentía curiosidad por saber por que creia que hacía lo que hacía.-

Me mordí el labio inferior con suavidad varias veces seguidas al escuchar su proposición. Estaba dándome la oportunidad de unirme a su tripulación, a ser un pirata que viajaría con el hijo de Barbanegra por los mares del mundo. Sonaba una oferta muy tentadora pero había varios inconvenientes en ella. No me gustaba trabajar en grupo, es más, no se me daba nada bien hacerlo. Aunque Hector dijese que no sabía que tarde o temprano acabaría cumpliendo sus órdenes y era algo que no podía soportar, que me diesen órdenes. Y luego estaba la razón que más preocupaba, quería hacer daño a los miembros de la marina y dado que mi hermano era alguien importante dentro de esa sociedad daba por sentado que él entraba en el grupo de las personas de las que vengarse.-Suena tentador…-Admití sin dejar de mirarle.- Y me encantaría navegar con el hijo de una leyenda pero…-Me mordí el labio inferior de nuevo mientras soltaba un silencioso suspiro.- ¿Tengo plazo para pensármelo o lo tengo que decidir ya?

Me parecía extraño que no me hubiese preguntado si sería capaz de matar a mi hermano en caso de encontrármelo. Muchas personas me habían pagado para hacer algunos trabajos para ellos y todos querían saber si sería capaz de matar a Thomas. Siempre decía que si, siempre mentía.

Escuché sin inmutarme el rayo que iluminó el cielo y la sala. Cuando era pequeña solía dormir con mi hermano los días de tormenta y él me tranquilizaba asegurándome que mientras él estuviese a mi lado ningún rayo ni nadie me haría daño, creí eso durante muchos años pero al final comprendí que tanto él como un rayo podían hacerme daño. En el caso del primer era inevitable, si el destino quería que un rayo me arrebatase la vida lo haría sin que yo pudiese hacer nada por impedirle por lo que dejé de temerles. El tema de Thomas era otra cosa.

-Necesito tiempo para pensar los pros y los contras, no tomo decisiones a la ligera.-Aclaré sin apartar mi vista de él. Cuando pronuncio de nuevo a mi hermano hice una leve mueca de disgusto.- Thomas lo comprendió muy bien.-Lo corregí soltando un silencioso suspiro mientras desviaba la mirada unos segundos antes de pronunciar las siguientes palabras.- Dejó de ser mi hermano la primera vez que intentó matarme, ahora solo es un asqueroso miembro más de la marina.-Afirmé con seguridad.-

Cuando se colocó frente de mí, a escasos centímetros de mi cuerpo levanté la cabeza ligeramente para poder seguir mirándole a los ojos y entonces pude apreciar con claridad su belleza. Su cuerpo estaba bien formado y ejercitado, su mandíbula se marcaba levemente en sus mejillas dándole un toque más masculino, y sus claros ojos estaban fijos en los míos. En ese momento fue cuando la Charlotte seductora salió a la luz anteponiéndose a la profesional ¿Cómo debía ser una noche con el hijo de Barbinegra? Me mordí el labio ante tal pensamiento mientras una divertida y juguetona sonrisa curvaba mis labios cuando se dio la vuelta ¿Qué perdía por intentarlo? Mi mano se cerró en torno a su muñeca y le dediqué una encantadora sonrisa.- ¿Puedo pensármelo mientras tomamos una copa de ron?

-Si, sería un poco descortés rechazar la invitación de una dama.-Respondí ante su comentario con una burlona sonrisa. Yo era la primera que no me consideraba ni de lejos una dama y solía reírme de las personas que me consideraban como tal. Según la sociedad una dama era una mujer educada, obediente y bella que hacía todo lo que los demás le ordenaban, yo de dama tan solo tenía la belleza.

Volví a levantar la cabeza para mirarle a los ojos mientras un calor interior se extendía por mi cuerpo teniendo que controlar las ganas de abanicarme con la mano. Cuando murmuró el pero y empezó a alejarse de mi y torcí mi boca en una mueca de fastidio. Escuché su siguiente comentario sobre el peligro y negué con la cabeza decepcionada. Caminé hasta la mesa y cogí me la puse con lentitud haciendo una leve mueca al mover el brazo. Luego caminé hasta estar al lado de Hector y me las apañé para mirarle a los ojos pese a estar tapado.- Que poco espíritu aventurero que tienes Hector.-Murmuré con voz burlona mientras me colocaba de nuevo un mechón de pelo detrás de la oreja.- ¿No te gusta el subidón de adrenalina que sube por tu cuerpo cuando puede respirar el peligro en el ambiente?-Me puse de puntillas sin borrar mi burlona sonrisa de mis labios.- Si cambia de opinión hoy o cualquier día venga a buscarme.- Susurré en su oído antes de depositar un suave beso en su mejilla y salir de la sala hacia el bar dejándole solo.

Tal vez flirtear con uno de los miembros de la Hermandad que acababa de proponerme un puesto en su tripulación no era la mejor idea pero mis hormonas estaban revolucionadas y además, era el hijo de Barbanegra ¿Que podía perder por intentarlo?