Desaparición y pérdida.

Mukasta me dijo que durmiera en la canoa, ya que en cuanto oscureciera yo podría llevarla por la noche nadando. La idea me pareció bastante bien, puesto que si nadaba rápido tardaríamos menos. Nunca he presumido de mi manera de nadar, pero era de los más rápidos de la tribu. Mi padre solía decir que había heredado esa habilidad de mi tío Musrei.
Posiblemente fuera lo único bueno que me dio.
Tal y como Mukasta y yo acordamos, a medianoche me até una cuerda a mi cintura y el otro extremo a la canoa y empecé a nadar. Según el mapa de Mukasta, debía nadar en dirección recta hasta que encontrara una isla, a las tres horas, aproximadamente.

Nunca suelo desorientarme, pero aquel día ocurrió.

Era casi de día y no había encontrado ninguna isla y yo ya estaba poniéndome nervioso. Aparte, no podía ver si Mukasta había despertertado ya que estaba nadando a cierta profundidad. Solo para asegurarme, subí a la superfie para ver. Mukasta estaba espatarrado en el barco, con una manta que solo le tapaba las piernas. Producía unos ronquidos horribles que le recordaban al lenguaje de las ballenas. Ya que seguía dormido, decidí seguir nadando, desde la superficie.

Despúes de muchas horas nadando, empecé a ver una isla a lo lejos y decidí volverme humano y meterme en la canoa. Decidí no despertar a Mukasta, ya que estaba muy mono dormido.

Una vez llegados a puerto, desperté a Mukasta. En cuanto él miró alrededor se quedó blanco.
-!¿Pero que coj...!? ¡No has seguido el mapa!
-¡Estaba bajo el agua, era obvio que iba a perderme!¡Soy una si..!-Mukasta me tapó la boca y me susurró al oído.
-No hables de esas cosas en público, no sabemos si odian a las sirenas.-oh dios, su mano en mi boca.
-Mira, tu espera aquí y intentaré buscar direcciones para ir a nuestro destino.
-¿Tardarás mucho?
-Como máximo una hora.

Mientras veía que Mukasta se alejaba, me di cuenta de que tuluska revoloteaba por unas rocas a diez metros de la costa, ya que no había nadie salté al mar y fui hacia las rocas.
Procuré estar en la superficie, sin que se me viera la cola y tuluska señaló hacia abajo.
Cuando me sumergí a mirar, vi un rubí en un hueco de la roca, lo cogí y lo llevé ami bolsa.

Empezaron a pasar las horas y estaba casi oscureciendo. Mukasta no aparecía a y cada vez estaba más nervioso. Como era de esperar, me harté, cogí mi bolsa y empecé a caminar por el pueblo. Las luces de las casas empezaban a encenderse y cada vez iba más hacia el fondo del pueblo.
Llegué al final del pueblo, justo donde había un puente que conducía al bosque. En cada punta de la entrada había unos huecos para antorchas y una linterna de mano. Decidí dar la vuelta y preguntar a la gente por Mukasta.
Cuando pasé por al lado de la casa más próxima, vi a dos hombres salir por la puerta y me fijé en ellos: uno era calvo y forzudo y cogía del brazo a un chico más delgado con el pelo oscuro. Intenté fijarme en el chico delgado.

-¿Mukasta?
El hombre calvo dejó caer a mukasta y se giró en mi dirección con un cuchillo. Salí corriendo, cogí la linterna de mano y corrí por el bosque. El hombre seguía corriendo así que tiré la antorcha y corrí a oscuras. El hombre, al no poder verme, gruñó y se dio la vuelta. Fue el momento que aproveché para continuar corriendo en el bosque.
Me perdí, y empecé a escuchar pasos de nuevo. Empezó a llover mientras corría y me estaba arañando las piernas con las ramas de los arboles.Tenía suerte de poder controlar cuando convertirme en sirena, ya que no era el momento de hacerme aparecer la cola. Fue entonces cuando vi a lo lejos a una mujer vestida de oscuro con una capa muy larga, que sujetaba una linterna de mano parecida a la que tiré.
Ella era mi única opción. Corrí hacia ella y me enganché a sus ropajes.
-Por favor ¡Ayúdeme! unos hombres han capturado a mi amigo y me persiguen cuando yo no he hecho nada, ¡Porfavor!--Empezé a sollozar mientras sacaba el rubí de mi bolsa y se lo ponía en la mano.- ¡Si me ayuda le conseguiré más objetos de valor!.Porfavor, ¡Ayuda!

Todo aquello estaba pasando de una forma muy rápida: el mismo día que decido dar de lado a Surlaine y escapar con Mukasta para conseguir medicinas para papá se lo llevan sin saber donde. Confiaba en que estando con él todo empezaría a mejorar de forma drástica, pero me salió el tiro por la culata y ahora solo podía aferrarme a aquella misteriosa mujer que en aquellos momentos discutía con mi perseguidor.

Le expliqué básicamente que mi amigo había desaparecido y que le encontré capturado por ese hombre que de golpe fue a por mí, seguramente a capturarme también.
Pero la pregunta era: ¿Que quería aquel hombre de Mukasta? ¿Y que quería de mí?

Intenté no hacer caso de la conversación que llevaban a partir de mi respuesta, ya que empezaba a oír palabras malsonantes y ese no es mi estilo. En vez de eso empecé a fijarme en como era aquella desconocida: la tenue luz de la linterna de mano dejaba ver el intenso color rojo de su pelo, sus rasgos faciales tan especiales y sus azules ojos, tan hermosos que parecían los genuinos ojos de nosotros, los sirénidos.

Me di cuenta que aquella mujer apretaba su pié, metido en unas bonitas botas negras, contra la cabeza de aquel hombre, aplastándolo contra el barro del suelo mientras él gritaba y rogaba. Simplemente quise darme una vueltecita por alrededor pero oí a la mujer gritar algo como ''quédate aquí'' o algo parecido. Solo quería alejarme de esa situación tan incómoda.

De pronto me di cuenta de algo que había pasado por alto: Surlaine tenía contactos a lo largo de los siete mares, y podrían encontrarme si me dejaba ver fácilmente. En aquel justo momento me quité la peluca rubia que llevaba y me dejé mi pelo castaño alborotado. Tiré la peluca por ahí y volví junto a la mujer misteriosa. Ella quedó sorprendida, y no era para menos, la peluca era muy cara y parecía pelo real. Realmente apreciaba ese pelo, pero no podía arriesgarme a que me descubrieran.

Simplemente me quedé allí, esperando a que terminaran de discutir para poder buscar a Mukasta.

La mujer, que llevaba al hombre atado con una correa se acercó a mí.

-Debemos ir hacia la isla de Finiash, donde está el segundo cuartel de la Marine.- Empezó a juguetear con su colgante.- También podemos encontrar pistas sobre tu amigo allí.-Señaló al hombre. -Acaba de decirme que se lo han llevado a algún lugar desconocido. Aqui no puedo sonsacarle mas, ahora, vayámonos de este bosque.

Se disponía a avanzar, pero vio mis ropajes rasgados.

-Asi no puedes ir a ningún lado.-Señaló mi túnica rota y mis pies descalzos.-Antes de irnos, usa ese rubí para comprarte algunas piezas de ropa.

Tuluska se colocó en mi hombro izquierdo.

-En una hora nos encontraremos en el puerto para partir, no tardaré mucho.-levanto al hombre, que aun seguía con el rostro en el suelo-Estaré preparada.
-Bien entonces-la mujer se puso al capucha mientras me daba media vuelta.-Nos veremos allí.

La mujer estiró de la correa.
-¡Vamos, escoria!

Mientras la mujer y el hombre iban hacia el pueblo de nuevo, yo decidí ir un poco más lento, queria reflexionar de que era lo que debía hacer por ahora. No conocía a esa mujer, pero me había ayudado así que estaba en deuda con ella.

Fui a la única tienda de ropa del mercado, en la que vendían ropajes anchos y botas te tacón.
Compré una camisa blanca de mangas anchas, unos pantalones verdes abombachados, unas botas de tacón masculinas que me llegaban hasta las rodillas, una capa marrón muy larga y unos guantes para ocultar mis uñas azules.
Nada más terminar mis compras me dirigí al puerto, donde estaba la mujer misteriosa con la linterna y mi perseguidor esperando en la oscuridad tenue de el muelle.
la saludé con la mano, para que supiera que era yo.

-Cuando quieras nos vamos.

Cabía la posibilidad de que le contara que soy una sirena, pero más adelante.

Me encontraba en mi camarote. Sinceramente estaba agotado, y no era para menos.

Decidí dar una vuelta por el exterior del barco antes de dormir, ya que me gustaba ver el reflejo de la luna en el mar.
Para mi sorpresa, cuando desvié la mirada hacia el timonel vi que era Delaske, mi amigo de la infancia Sirénido y compañero de la cueva, pero sobretodo, eramos amigos con derecho a roce.

Al verme, Delaske vino a verme y me dio un gran abrazo.

-¡Nunca pensaría que me iba a encontrar con la mismísima ''Sirena Traicionera''!- Me apretó más todavía.¿Por qué te fuiste de la Cueva?

No pude evitar poner una expresión triste en mi cara y él sabía porqué.

-Buscas la flor curativa para tu padre.- me miró a los ojos.

Él era mi mejor amigo, tenía que contarle todo lo que ocurría. Escuchó atentamente a toda la historia, sin interrumpirme ni un solo momento.
-Y por eso necesito que me hagas un favor. Solo tú puedes hacerlo.
-¿Que clase de favor?-Se señaló su entrepierna. -te refieres a...
Aunque no hubiera estado mal...
-¡Por supuesto que no! me refería a un favor normal. Delaske empezó a juguetear con mi pelo.-Necesito que cambies el rumbo hacia la isla de las sirenas.
-La pelirroja ha pedido explícitamente que fuéramos a Finiash.
-La pelirroja está conmigo, y yo necesito hablar con papá.- Me abrazé a Delaske.-De verdad lo necesito.
Delaske me miró de una forma perversa.
-¿Y que gano yo a cambio?-me cogió de la cintura.-Me apetece jugar contigo.
Me gustaba Mukasta, pero desgraciadamente seguía enamorado de Delaske, por decirlo de alguna forma.
-Jugaremos en la isla de las sirenas.
-Acepto el trato.-me cogió de las manos.Y esto...mi turno de timonel termnina en una hora. Ven a mi camarote. Podemos echar un trago, charlar y... bueno, dormir juntos.- Le hice una mirada de decir ''no vamos a hacer nada hoy''.-Lo sé, lo sé, solo lo digo porque quiero pasar tiempo contigo, nada más.
Era imposible negarme a él, así que acepté.
Una vez Delaske cambió el rumbo y avisó a su compañero que le iba a dar el relevo, fuimos a buscar mi bolsa y a ir a su camarote.
Después de beber unas cuantas copas de más, acabamos durmiendo abrazados, dirigiéndonos a la Isla de las sirenas.