Casting para Javier Storm

-¿Has oído las nuevas noticias de la Revolución?- oyó una voz preguntando.-Alguien dio una falsa alarma de ataque y todo el pueblo se llenó de Marines y buenos soldados esperando con los brazos abiertos al Señor. ¿Y sabes qué? Nadie se presentó, ni un revolucionario. Dicen que lo que quiere es mantener en un desgaste permanente a la Marina para ponerlos al límite. Yo creo que lo está consiguiendo. Para colmo, las últimas noticias indican que se encuentra aquí. ¿Te lo puedes creer? ¿El Líder de la Revolución aquí? ¿No has notado que en cada esquina hay un pelotón de guardias. Además, dicen que traerán a la señora Siverius. ¿Cómo vamos a estar cómodos en el pueblo con una de las 6 Sombras por aquí y al mismísimo Líder de la Revolución? Cuando se encuentren será mejor que Dios nos ayude porque sufriremos todos...-la voz ronca de la anciana que regentaba el puesto de fruta se notaba que se quebraba por el miedo. Delante suya, conversando con él, estaba el joven cartero del pueblo. Un chico bueno que cumplía su trabajo y a pesar de aparentar valentía tenía miedo.
-¿Qué vamos a hacer? Lo que menos necesitamos es una guerra ahora mismo aquí. Seguro que la señora Siverius lo arrestará pronto y pondrán fin a esta Revolución sin sentido...¿No?-decía intentando tranquilizar a la anciana y a sí mismo para no pasar miedo. Aunque él sabía de sobra que una batalla sería devastadora para el pueblo.

Ambos comentaban las últimas novedades sobre el paradero del Señor -cómo solían llamar al jefe de la Revolución- pero ninguno sabía la verdad. De hecho, nadie conocía cómo era, quién era, su nombre...no sabían nada.
Un carraspeo de garganta se oyó y con ello unos pasos firmes provenientes de una bota de cuero negra. Dichos pies pertenecían a un joven vestido completamente de negro, con una trenca puesta que abrigaba su torso hasta mas allá de las rodillas y con un cinturón donde aguardaba tres fundas pertenecientes a sus espadas. También tenía una melena azabache y unos ojos azules que parecían del mismísimo diablo, solo se le veía aquello porque llevaba un sombrero oscuro también y un pañuelo atado al cuello que le tapaba hasta la nariz.-No he podido evitar oír vuestra conversación. ¿De verdad creéis que aquí el malo es el Señor? Él sólo quiere justicia para los pueblos. ¿Acaso no quieren eso? Unos no trabajan y viven en grandes palacios y en cambio vos, con su edad, está todo el día en esta frutería encarcelada y ganando todo lo posible para mantener a sus hijos. ¿O me equivoco?-la voz grave y elegante de aquel chico de unos 27 años retumbaba en todo el lugar. La anciana y el cartero miraban con una expresión de asombro en sus rostros. ¡Tenían delante a un pirata! -Veo que eso le ha hecho pensar. Y tú, joven, ¿no quieres poder comprarle algún traje a su prometida y llevarla a comer al restaurante donde van los cargos "importantes"?-dijo poniendo énfasis en la palabra importantes, pues para él no eran nada importantes. El joven asintió y una sonrisa se dibujó en el rostro del desconocido.-Bueno, pues eso lo que quería comentar con vosotros. Señora, ¿cuanto cuestan las manzanas? Tengo un amigo al que alimentar.

En ese momento la puerta se abre y entras tres soldados rasos de la Marina. Armados apuntan al desconocido que con una sonrisa los mira de arriba a abajo.-¿Van a detenerme por llevar armas? Ya han oído que el Señor está aquí y con él vendrá la Revolución. Simplemente quiero estar seguro, mi vida vale mucho.-se encogió de hombros con una sonrisa. Todo ocurrió tan rápido que nadie se fijó pero los Marine yacían en el suelo con un profundo corte en el cuello.-Ups, lo siento.-comentó para girarse y coger dos manzanas y darle unos billetes a la señora, más de lo que costaba su pedido.-Quédese con el cambio. No tardarán en venir más, así que díganle que un pirata se presentó aquí, al fin y al cabo eso es cierto ¿No? Y tú, invita a tu chica a eso que te comenté.-le guiñó un ojo al chico y se marchó a paso tranquilo cómo había venido.
Les iba ser difícil encontrar al responsable de esto, pero la Revolución estaba aquí.